Durante las últimos diez días me llegaron más de 15 textos. Gracias a todos los que me tiraron puntas para rastrear al resbaloso Aira; realmente sois lo más de lo más. No sólo me dieron una mano sino que también me pusieron muuuuy contenta. Decimos: satisfaction. Es harrrrto gratificante que los amigos (conocidos o no, concretos o virtuales) estén ahí cuando se los convoca. Eso es lo que más me seduce de los blogs: su fuerza aglutinante, su poder de congregación. Cada cual con lo suyo, la gente responde. Los seres de luz con su energía blanca, los oscuros con sus dardos venenosos y los paranoicos con su delirio de persecución.
Ya lo dije en otras oportunidades pero viene a cuento repetirlo: posteás “las Mondas no tienen ventanas” y se despierta la bestia, que sale de su hipnosis letárgica por efecto de las palabras-clave. Citás una sola línea, descontextualizada, de un filósofo del Siglo XVIII y a los cinco minutos tenés a diez personas sintiéndose aludidas. Y es gracioso que el fenómeno ocurra aunque el intertexto sea una propaganda de shampoo que empapela media ciudad. Me deslumbra y me maravilla que alguien lea “los huracanes despeinan” como una afrenta personal encriptada. Me divierte tratar de imaginar cómo, en base a qué razonamiento, se habrá podido llegar a semejante conclusión.
Nunca negué que soy bastante marilyn. Jamás intenté convencer a nadie de lo contrario, y menos que menos en este blog, que de algún modo funciona como un diario público. ¿Puede haber un género más marilyn? De todos modos, no entiendo cual es el problema con la marilynitud y considero que la modestia es lo más marilyn del mundo. Los modestos siempre se sienten superiores al resto de los mortales. Sócrates es un buen ejemplo de la modestia marilyn: con toda su megalomanoseguridad se tomó el bebedizo de cicuta sin perder la calma ni por un instante, convencido de que la tenía atada. ¡Bravo por él!; lo felicito. Yo marilynizo con cosas que vivo como conquistas personales, cosas que probablemente muchos de ustedes no vivirían ni como triunfos de segunda selección. Por lo general mis éxitos suelen ser bastante mediocres, pero a mí me cuesta tanto obtenerlos, que cuando lo logro me lleno de orgullo y me siento mi propia heroína.
Según el amigo Friedrich “el sello de la libertad alcanzada consiste en no avergonzarse más ante uno mismo”. A ver..., pensemos: no avergonzarse es aceptarse, bien. Pero aceptarse no sólo quiere decir aprender a tolerar esas cuestiones en las que uno no ha conseguido todavía imponerse (y quizás no lo consiga jamás); asumirse tiene también su impronta proactiva, ya que implica trabajar duro para estar a la altura de las circunstancias. Acercarse al concepto que se tiene de sí mismo supone un laburo arduo y continuo, y no veo por qué uno no habría de alegrarse cuando mínimamente le sale. Alegrarse, digo, afirmarse ahí para cuando no salga; apropiarse un poco de la situación.
Me reprocharon la semana pasada que fomento la verborragia vacua, el decir sin decir, la posibilidad de hablar sin que nadie se haga cargo de sus palabras. Qué irónico que me lo hechara en cara justamente un anónimo. Se estaba aprovechando, el muy atrevido, de eso mismo que me cuestionaba. Y lo hacía para explicarme lo equivocada que estoy, lo que no entiendo y en dónde derrapa mi discurso presuntuoso. Yo me pregunto en qué lugar se ubica quien, indignado, te señala un error conceptual; el que te quiere indicar un camino moral y epistemológicamente superior. En síntesis, me pregunto: ¿existe algo más marilyn que la explicación?
Ya lo dije en otras oportunidades pero viene a cuento repetirlo: posteás “las Mondas no tienen ventanas” y se despierta la bestia, que sale de su hipnosis letárgica por efecto de las palabras-clave. Citás una sola línea, descontextualizada, de un filósofo del Siglo XVIII y a los cinco minutos tenés a diez personas sintiéndose aludidas. Y es gracioso que el fenómeno ocurra aunque el intertexto sea una propaganda de shampoo que empapela media ciudad. Me deslumbra y me maravilla que alguien lea “los huracanes despeinan” como una afrenta personal encriptada. Me divierte tratar de imaginar cómo, en base a qué razonamiento, se habrá podido llegar a semejante conclusión.
Nunca negué que soy bastante marilyn. Jamás intenté convencer a nadie de lo contrario, y menos que menos en este blog, que de algún modo funciona como un diario público. ¿Puede haber un género más marilyn? De todos modos, no entiendo cual es el problema con la marilynitud y considero que la modestia es lo más marilyn del mundo. Los modestos siempre se sienten superiores al resto de los mortales. Sócrates es un buen ejemplo de la modestia marilyn: con toda su megalomanoseguridad se tomó el bebedizo de cicuta sin perder la calma ni por un instante, convencido de que la tenía atada. ¡Bravo por él!; lo felicito. Yo marilynizo con cosas que vivo como conquistas personales, cosas que probablemente muchos de ustedes no vivirían ni como triunfos de segunda selección. Por lo general mis éxitos suelen ser bastante mediocres, pero a mí me cuesta tanto obtenerlos, que cuando lo logro me lleno de orgullo y me siento mi propia heroína.
Según el amigo Friedrich “el sello de la libertad alcanzada consiste en no avergonzarse más ante uno mismo”. A ver..., pensemos: no avergonzarse es aceptarse, bien. Pero aceptarse no sólo quiere decir aprender a tolerar esas cuestiones en las que uno no ha conseguido todavía imponerse (y quizás no lo consiga jamás); asumirse tiene también su impronta proactiva, ya que implica trabajar duro para estar a la altura de las circunstancias. Acercarse al concepto que se tiene de sí mismo supone un laburo arduo y continuo, y no veo por qué uno no habría de alegrarse cuando mínimamente le sale. Alegrarse, digo, afirmarse ahí para cuando no salga; apropiarse un poco de la situación.
Me reprocharon la semana pasada que fomento la verborragia vacua, el decir sin decir, la posibilidad de hablar sin que nadie se haga cargo de sus palabras. Qué irónico que me lo hechara en cara justamente un anónimo. Se estaba aprovechando, el muy atrevido, de eso mismo que me cuestionaba. Y lo hacía para explicarme lo equivocada que estoy, lo que no entiendo y en dónde derrapa mi discurso presuntuoso. Yo me pregunto en qué lugar se ubica quien, indignado, te señala un error conceptual; el que te quiere indicar un camino moral y epistemológicamente superior. En síntesis, me pregunto: ¿existe algo más marilyn que la explicación?
5 comentarios:
¡Momenta que soy lenta!¿lo del error conceptual lo decís por mi pregunta? Porque si es así confieso marylinescamente que la formulo desde la más sincera ignorancia (y sí, ya sé, modestia y sinceridad, ¿puede haber algo más repugnante?) Y si no es así, repondeme, ¿dale? Tu texto es feliz, tu marylinitud es inspiradora. Quiero ser tu amiga virtual, xoxoxo
No lo decía por vos, Aurora. Aurora es no es anónima, (es Aurora, aunque los nombres no aporten demasiado). No había visto que dejaste otro comentario con la pregunta. Te contesto después de la siesta, dale?
qué maravilloso post, lo mejor que leí de-en-sobre blogósfera
No será demasiado?
Mirá que Daniel Link ha escrito cosas mooooi buenas...
Publicar un comentario