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viernes, abril 06, 2007

Si pudiera escribir como si fuera otra, una que no mencione nunca el nombre verdadero de los demás. Hay que ver si me sale construirme sin estar todo el tiempo remitiendo a los otros; hay que ver si consigo sentirme bien así. Quizás me resulta imprescindible referirme a él, a ella; decir a como dé lugar mi ésta, tu aquel.

La nutricionista me retaba, en virtud de esa confianza que supimos conseguir. “Dejate de joder, pesás lo mismo que hace once años”. Recalcaba la palabra once mientras me mostraba la historia clínica: un pilón de fichas amarillas mal abrochadas. Sí, sí, pero nada está en el mismo lugar. (Año tras año viendo cómo se me van hundiendo en la cara los ojos de sapo, cómo se me apaga la mirada mientras que pierdo de una las pestañas de jirafa, que siempre fueron mi mayor orgullo).

Pasé todo el domingo viendo películas de las que hacen llorar y después una sobredosis de La República Perdida. Y el lunes, para rematarla, todos los documentales de Malvinas que encontré. Increíblemente, lo que necesitaba, ni más ni menos, era una buena cachetada de la real realidad.

miércoles, febrero 14, 2007

El problema

Durante el imsomnio de anoche entendí, otra vez (para muestra no me alcanza ni la botonería entera), qué es lo que me pasa: tiendo al monoteísmo. Aún aborreciéndolo tiendo a él en cuanto me descuido. Si no estoy atenta caigo por el declive odioso de la obsesión y cuando me doy cuenta ya estoy muy lejos, muy abajo en el fondo del abismo, tomada por un único dios. El monoteísmo está en mi naturaleza.

La solución –me digo mientras cierro herméticamente la pieza y busco los tapones para los oídos y el antifaz para que no entre ni el más mínimo rayo de luz porque estoy fóbica A TODO–, es ir más al gimnasio. Sí, sí: más días, más horas, más clases, más peso en las barras, más cansancio y más endorfinas. Eso.

...otra opción sería empezar terapia. Lo que pasa es que el trabajo de autoconvencimiento para encarar la cuestión (¡joder!, ¡otra cosa distinta!) me va a llevar un buen tiempo. Porque claro, arrimarse a la salida, en este caso, es ya salir del problema. Y yo, en un punto, estoy demasiado enamorada del problema.