El 1º de junio de 2005 entré a la Biblioteca. Cuando me llamaron para hacerme la entrevista di algunas vueltas antes de arreglar un horario. Era tan poca plata que casi no valía la pena. Me había ido hacía un par de meses de la oficina-osama con la idea de clausurar ciertas deudas intelectuales y estaba viviendo de unos ahorros que estiraba cual paradoja de Zenón. Finalmente dije que sí pensando que, como siempre, los horarios fijos me darían un empujón para organizarme. Y la plata, aunque fuera una miseria, ayudaba. Cuando acepté, la Biblioteca era un medio y no un fin.
Me presenté a la entrevista con una Dos días en la mochila. Temía estar embarazada. La posibilidad era remota pero de todas formas la tomé. Quedar no era una opción. Definitivamente no. Esa mañana discutí con E, que se fue dando un portazo. Volvió a los 5 minutos, me abrazó, se disculpó por la violenta retirada, intentó tranquilizarme y me llevó a la Biblioteca. En la puerta apagué el celular y no volví a prenderlo hasta muy tarde.
Atravesé la Plaza del Lector llorisqueando. Me sentía estúpida y confundida. El edificio es tan imponente como la institución que abriga. Ese día lo recorrí inmutable. Recuerdo algunas caras que esperaban como yo en la antesala. Creo que uno era Pablito Crocci ¿O era Lu? Y me parece que también estaba Maite. Se pusieron a hablar. Yo saqué una fotocopia y el discman. No tenía la más mínima gana de socializar y pensaba sostener esa misma actitud en la entrevista. Que me tomaran o no, me daba exactamente lo mismo. No iba a salir de pobre con ese trabajo ni era una oportunidad para acceder a ninguna otra cosa importante. Si cerraba los ojos veía con claridad el mapa de mis futuros planes y el modo en que iba a concretarlos. Lo que pasara conmigo me era por completo indiferente mientras no interfiriera con ellos. Jamás hablo de esas cosas, pero construyen en mi mente una cartografía bastante precisa que gobierna en silencio todos mis movimientos. Por supuesto que después sale todo de otra manera. La realidad es una sustancia resbalosa e imprevisible.
Por fin entré. Bety me cayó bien desde su primera sonrisa. Muy práctica ella. Conversamos un rato y me cambió el humor. Después Vincent me tomó prueba. Me dio un libro para que completara una serie de datos en pantalla. Lo sostuve un segundo dándome cuenta de lo que pretendía ser una trampa: decía en letras grandes “Samuel Beckett” como para que vaya a saber uno qué lamparita de 25 watts confundiera autor con título. “Lamentable”, pensé.
Los días de capacitación con Perla (“chicos, saquen todo, lo que no sale se pudre”) fueron una tortura. Me sentía infinitamente lejos de esos jóvenes emprendedores ansiosos por hacerse conocer. Aislada y autista. Ya en el segundo subsuelo, me ponía los auriculares y me simbiotizaba con la pc, pero cada vez que me los sacaba, escuchaba su eterna retahíla de estribillos: jorgepanesihistoriadelalenguapaolacortezroccapromoción
directacocktailconsarloenlaembajadateóricounembolearielysumundo gayponebuenasnotasestarsystemdepuan.
No sé cómo a Luciano le dieron ganas de acercarse. Nos hicimos amigos casi instantáneamente. A eso se plegó Laurita. Mucha complicidad de capri a capri. Y después, lentamente, fui cediendo; el café y los chistes diluían la hostilidad. ¿Por qué habré sostenido con tanta firmeza esa ridícula resistencia las primeras semanas? ¿Por qué pensar que no tenía nada en común con gente a la que habían elegido por los mismos motivos que a mí? Era evidente que había puntos de contacto. No sé, me cuestan los cambios.
Nelly, qué insoportable, me daba terror. Siempre hablando de su hija como un castigo. Igual, a pesar de su pánica presencia, fuimos ganando terreno: primero un brake de 5 minutos en grupos de a 5, después un recreo de 15 minutos todos juntos, (y ahora uno de media hora que se hacen 45). Mate y galletitas; los chicos, poker; algunos, cigarrillo; solcito en plaza o revistas de chimentos en el bar. Nos divertíamos. Se formaron unas cuantas parejas y nos aumentaron el incentivo.
Llegaron Sol y Lau Salas del turno tarde (y de Sociales). Por supuesto les hicimos la guerra. Esas chicas representan todo lo que rechazo, no voy a relacionarme con ellas nunca, no me lo pidas porque me voy a pelear. ¡Otra vez sopa, no aprendo más! Debo de ser una de las pocas personas que para muestra no le alcanza toda la botonería. Porque ahora las adoro a las dos. Sol es increíblemente pilas, intensamente dulce y como una topadora cuando identifica lo que quiere. Y LauLuna es de una deliciosa ingenuidad, tan franca que suele desarmarme con una sola palabra.
En el segundo subsuelo hay días malos y días peores, pero también hay días buenos, días increíbles, días lisérgicos, días de confesiones, días de mimos y días de fiesta. Porque, sí, claro, festejamos todo lo festejable: los cumples, las graduaciones, los objetivos alcanzados y las fechas memorables, sean patrias, institucionales o personales. Si alguien llega llorando se lo consuela; si cae con un problema, se le da una mano o al menos se lo convence de que la cosa no es tan grave. No sé, ver otras perspectivas siempre hace bien.
Uno que cambió radicalmente el punto de vista fue Juan Pablo, que pasó de burlarse de mí a quererme con locura. Y nos hicimos íntimas ¿porque quién tiene autoridad moral para criticarlo? Yo estoy muy lejos. Es más: me siento medularmente identificada con la secuencia guerra-fanatismo. Soy tan propensa a ese menú de dos pasos…
Algunos intimamos con Vincent, que es una suerte de jefe. Surgieron otros planes (la revista, las obras de teatro, la misión-salvataje) y fuimos acusados de mafiosos (¿?). Es posible que nuestros adversarios tengan algo de razón porque ahora nos vincula un proyecto denominado “Padrinazgo”, que él lidera. Circundado por una atmósfera de desaliento entrañable, el universo-vincent es tema aparte. Nosotros respiramos ese aire con naturalidad. De ahí deduzco que somos afines. Aunque no puedo explicarlo con un criterio claro y distinto, sé que la naturaleza de nuestra relación es de amor y es de espanto. De reojo nos miran los sarcasmos, pero nunca hubo nada de interés en esto. Lo que pasa es que no somos impermeables. La rutina nos hacía rodar mansamente por el declive de los meses, conocernos y compenetrarnos.
Mientras, la gente iba renunciando. Del primer turno se fueron Mati, Julieta, Rodrigo, Bárbara, Maite, Eloísa y Pablito. Nelly desapareció después de las vacaciones de verano y no volvimos a saber de ella. La reemplazó Casco. Pobre. Casco no puede concordar sujeto y predicado. Sin embargo, con la mañana bajo su mando, el inventario llegó a fin. Al día de la fecha registramos alrededor de 800.000 ejemplares que constituyen la colección regular. Faltan las publicaciones períodicas (hemeroteca), los textos antiguos (tesoro), las partituras, y demás fantasías sueltas (archivo). Hoy tuvimos reunión con los altos mandos y nos distribuyeron por diversos pisos y sectores. Nos preguntaron qué nos parecía todo el teje. Pienso lo mismo cada vez que me bajo del 41 en Las Heras y Agüero, y subo la escalinata de la plaza, y veo la fuente derramada por el parque y los gatos jugando alrededor. Tengo la camiseta tan hecha piel que no me la saco ni para dormir. Nunca nunca quisiera irme de la Biblioteca Nacional.