lunes, enero 09, 2006

Ha nacido un héroe


En el gimnasio trabaja un viejo insoportable, mezcla de vigilante, merodeador y hombre de seguridad. Como en el club no ocurren demasiados incidentes, tiene bastante poco que hacer y se la pasa dando vueltas por arriba y por abajo, con las manos en los bolsillos. La historia que más se repite es el robo de celulares (a Uli ya le faltaron dos) pero jamás se vio que el equis pudiera evitar nada. Se limita a poner su cara de qué barbaridad y listo. Básicamente, se dedica a empalagar a todo el mundo con su tema favorito: la inseguridad. Lo peor es que cuenta anécdotas no sólo inverosímiles sino también ridículas, como que se moría de calor y subió a un auto de un desconocido que le ofreció acercarlo a su casa; que después el conductor le pidió cambio de cien dólares y entonces él empezó a desconfiar. La calle está terrible.

Hace poco perdí los guantes y tuve la infeliz ocurrencia de preguntarle si no los había visto. A partir de ese momento se consideró con derecho a dirigirme la palabra a cada rato o a pararse a un metro de donde estoy entrenando y fastidiarme con cuestiones como: no dejes el bolso ahí, no podés tener prendido el teléfono acá. Una vez le contesté que necesitaba tenerlo siempre prendido por trabajo y se rió. Ah, ¿sí?, ¿y de qué trabajás?. Me contuve. Con la guasada en la lengua, preparada para disparar, se me ocurrió que sería más afectivo decirle algo que le tapara la boca. Soy periodista, contesté. Volvió a reírse. Muchos dicen eso. ¿Y dónde trabajás? Lo odié. A partir de ese día lo bauticé “que explote en mil pedazos”, apodo que Dieguito, otro de mis adorables entrenadores, reformuló como “el hombre bomba”.

Un par de semanas después veo que un asqueroso se dedicaba parsimoniosamente a pegar sus mocos en una de las máquinas mientras descansaba. Alternaba series de repeticiones con furiosas amasadas de nariz que terminaban cuando depositaba el cargamento en el aparato. Aguanto la transpiración pero eso, no. Me dieron ganas de vomitar y comencé a mirarlo fijo por el espejo pero nada, no se daba por aludido. Le dije a Diego, que se hizo el boludo. Diego no quiere problemas con nadie. Entonces pensé... ¡Esta es una tarea para Que Explote En Mil Pedazos!

Obviamente, le encantó la idea y la puso en práctica al instante. Amonestar es su fantasía. Con el pibe de los mocos, a quien todavía siguen gastando, me peleé encarnizadamente y ahora todo su grupete me detesta y me hacen la vida bastante imposible (me sacan las mancuernas que estoy usando, me esconden el agua) pero Que Explote me adora a la distancia. Me sonríe de lejos sin retarme ni molestarme. Todo por haberle dado un mínimo sentido a su relajada rutina de bostezos.

En la foto, mis ojeras de siempre y el guante perdido.

4 comentarios:

Obelix dijo...

EV,

Bien por la denuncia. Eliminemos a los amasa-pega mocos!!!

Atte.

Anónimo dijo...

mmm... no me gusta: nunca hay que generarles a los botones la sensación de que sirven para algo bueno, porque aunque saben perfectamente que no es así, en algún momento te lo pueden sacar a relucir para su propia conveniencia.

Ev dijo...

Sí, tenés razón. ¿Podés creer que éste me preguntó unos días después si lo quería? Kuuuuuuuuuuuuuuuuuuu???????

Anónimo dijo...

eso sí que es gracioso, por freaky nomás.