viernes, octubre 28, 2005


Esta es mi cara de tengo todo controlado. Por favor, que nadie se deje engañar por ella. It’s completely faked. La postée solo porque a Luciano le gusta. LC aceptó ser mi esclav... digo me secretario, y cuento con su ayuda para sacar adelante un millón de cosas. (Querido, agradecé que en Puan me dejaron fotocopiar esas revistas porque de lo contrario, con la almohada a la hemeroteca). Igual, no crean que me ofrece sus servicios gratis. Me exige casi tanto como lo que me proporciona: textos que escribí en el pasado, contención emocional, consejos de hermana mayor que [pretende que] se las sabe todas y a veces algún showcito (puede ser desfilar entre las PCs la pashmina de Myriam, mostrando diferentes usos de la misma: como bufanda, como pareo, como strapless, como turbante talibán..., o arengar a las multitudes del inventario con mis gritos). Todas tareas que me encanta desempeñar y que hacen que las mañanas fluyan apaciblemente en la Biblio. Pero a la una cuando salgo, preguntale. Me espera el resto del día.

He comprobado que si uno pregunta algo por este medio la gente responde con bastante rapidez, así que voy a aprovecharme de semejante beneficio. Por dios, que alguien me diga cómo sobrevivir al mes que viene. Tengo que escribir tres artículos, dos cuentos, una monografía y semana tras semana las notas del diario. Escribir, escribir, escribir. Es lo que más me gusta hacer en la vida pero también es un trabajo de parto. Y además debo pelear el presupuesto asignado al próximo número de la revista en Eudeba, organizar la presentación de Modos de lo extraño con tres marylins que si uno puedo a una hora, el otro no puede ese día y al tercero no le viene bien en ese lado; y como si eso fuera poco, también tengo que conseguir que el sector cultural de la Embajada de Brasil entienda lo importante que son las Jornadas Nietzsche para ellos y que decidan de una maldita vez colaborar con la causa. (En esto último fracaso año tras año). Equis, me aterra de sólo recordarlo. Lo único que quiero es que llegue Diciembre para poder deprimirme tranquila por todo lo que al fin de cuentas no hice.

Por suerte, puedo llegar cada mañana al segundo subsuelo y quejarme las cuatro horas completas mientras Luciano y Laurita me cuentan sus andanzas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y las de Maite? Yo quiero las andanzas de Maite, y además, quiero que ande conmigo.