jueves, febrero 02, 2006

Oficina de Reclamos

Ningún artículo se escribe solo.

No anda la luz del cuartito azul. Saqué la dicroica, la reemplacé, y vi como también se quemaba la nueva. El electricista marilyn dice que no tiene tiempo, que lo llame la semana que viene para ver cuándo podría venir.

Mi pie-tobillo está cada vez peor. Ahora no puedo girar la articulación. Hoy, de la Biblio me mandaron al Hospital Rivadavia, donde vi personajes bastante aterradores. La infectóloga dijo que tengo algún parásito, que el alien crece inside of me. Me recetó una pastillita y a casa, a levantar la pata. Preguntale a Sigourney Weaver.

Encuentros cercanos del tercer tipo, el lunes me crucé por la calle con mi ex. Hablamos cinco minutos nerviosos. La última vez que nos vimos, no quieran saber... Fue hace más de una año, bastante más. Decimos: regresión.

Y pasan los días y yo sin entrenar...

Murió un pececillo.

La persiana del cuarto se pasó de vueltas y ahora no baja. Por la mañana el sol me encandila mal. La luz, diría alejandra, se abrió como una herida. Me taladra la vista.

Perdí un juego de llaves. Por suerte el portero tenía las que dejaron F y P.

Hace un par de horas llamó Dany desde París. Hablamos un rato largo. Le pregunto por la reseña y por los costicismos. Dice equis, un loco, fantasía. Se resistió durante un tiempo pero ahora está a pleno con la terminología. Cuando nos conocimos, nos separaba una glacial distancia que fue cediendo lentamente. Dany y yo tenemos algo en común. Todavía no sabemos bien qué, pero intuimos que es grande. Quiero decir visceral, si se me permite la grasada. No es la palabra pero tampoco se me ocurre otra y estoy harta de perseguir denominaciones. ¿Por qué este afán de ser precisa, después de todo? Para qué. Dany, Dany, Dany... fue hermoso que llamaras desde tu parís y me dijeras cuántas horas conversaríamos apaciblemente si estuvieras aquí...

Ataque con la gente que se va. Decimos: desapego.

Me aterra la idea de tener bicho do pé. Dany tuvo hace tres años y me contó cosas espeluznantes. No te lo saca ni una junta médica ni secesiones de electroshock. Te lo saca un pedazo de panceta y una venda; una noche con el pie hecho un embutido, y por la mañana, un parto atroz. Juro que todo esto lo soñé.

Se supone que no me puedo quejar porque se trata del animal que también soy, del animal en mí. Lo más cercano y familiar vuelto lo más extraño. Equis.

Me pregunto por qué les pagamos subsidios a los fucking científicos si aún no pueden dominar a los bichos do pé.

Perfecto, perfecto –me dice la empleada detrás del mostrador. –Llene el formulario Nº 5 y deposítelo sobre la pila. ¿El siguiente?

2 comentarios:

Mariano Dorr dijo...

Leí las últimas 5 entradas como una novela que ya quería leer desde hace años...

Anónimo dijo...

leí lo del alien y la panceta, y se me vino a la mente un recuerdo que, así como vislumbré, desapareció. Esos también son como aliens, aunque bueno, el animal que somos se ha acostumbrado a vivir con ellos.